viernes, 1 de agosto de 2014

Me encanta




Si fuera mujer sería más puta que las gallinas

Esta historia no es mía la vi en otro blog  que la compartió lamentablemente el blog fue borrado era muy bueno tenia otra historia me gustaría saber si tiene otro blog o no si alguien sabe algo se los agradecería mucho.
Si fuera mujer sería más puta que las gallinas"
Casi todos los hombres han dicho esa frase alguna vez. También suelen decir esta otra frase: "Si fuese mujer sería lesbiana". Sólo hace falta que se reúnan dos o más hombres, unas copas y mujeres guapas a la vista, y alguno soltará alguna de esas frasecillas o similares.
Antonio es de los que la suele decir. Le encantan las mujeres, las 'jembras', como él dice, y siempre está a la caza, aunque la mayoría de las veces se va a casa de vacío. Desde el jueves por la noche hasta el domingo sale con su compis de ligoteo.
-Pues sí, Manolo. Llevo toda la noche bailando con aquella morenaza. Ya la tenía medio convencida para echar un buen polvo en el coche y al final se rajó.
-Jajaja, Antonio. Ya sabes lo que toca. Tú y tus cinco amigos... jajajaja. - se rió Manuel, haciendo un gesto 'pajil' con la mano.
-Joder, joder. ¿Por qué las tías son así? Te lo juro. Si yo fuera mujer sería más puta que las gallinas.
-Será por eso. Para que no las consideren unas putas.
-¿Y qué más da? Te aseguro que a mí no me importaría que me llamasen puta. El coño me echaría humo. Me follaría a todo bicho viviente.
-Jajaja. ¡Qué brutito eres!
-¿Por qué no son como nosotros? Sería maravilloso. Un "aquí te pillo, aquí te mato", continuo.
-Si fuesen como nosotros serían hombres y no mujeres.
-Pues que sean hombres con coño.
Cierto viernes por la noche, Antonio se había enrollado con una preciosa pelirroja, de labios rojos, ojos verdes y ligeramente pecosa. Un bombón. Estaba dándole conversación cuando se acercó Manuel a ellos.
-Hola Antonio. ¿No me presentas a tu amiga?
-Manuel, Selena. Selena, Manuel.
-Hola Manuel.
-Hola Selena. ¿Sabes que eres la mujer más guapa de la disco?
-Jajaja, gracias. Eso mismo me estaba diciendo Antonio.
-Sí - dijo Antonio - Y se lo puedo seguir diciendo yo solito, que la vi primero. Ya sabes, Manolito. Aire.
-Pero hombre. Creo que Selena no es mujer de un solo hombre.
Selena miró a aquellos dos hombres. Siempre igual, a la caza, al acecho.
-¿Es que todos los hombres sois iguales? Veis una chica mona y os lanzáis sobre ella como si fuese un trozo de carne.
-Jeje, sí - dijo Antonio - Un trozo de carne precioso, en este caso.
Se pusieron a hablar los tres sobre hombres y mujeres, sobre las diferencias, y Antonio soltó su frasecita de las putas y las gallinas.
-¿De verdad piensas eso? - dijo Selena.
-Al 100%. La vida es demasiado corta. Hay que vivir, disfrutar de las cosas.
-¿Y no te importaría lo que pensaran de ti? ¿Que todo baboso intentase meterte mano? ¿Que te pusiesen de zorra para arriba?
-Me importaría una mierda, Selena. Me hartaría a follar, con todo aquel que me gustase, sin problemas, sin ataduras. Sólo placer. Sexo por sexo.
Selena le miró a los ojos. Levantó una mano, de uñas largas, de perfecta manicura, y se le puso en un hombro.
-Ten cuidado, Antonio. A veces los sueños se cumplen.
-Jajaja. Ojalá fuese mujer. Sería mucho más feliz.
Ella le miró con una enigmática sonrisa, se besó un dedo y lo llevó a los labios de Antonio.
-Como tú digas, Antonio.
Selena se dio la vuelta y desapareció entre la multitud, dejando a los dos amigos mirando como se iba.
-Jajaja, Antonio. Otra a la que asustas. Así no te vas a comer un rosco.
-Bah, que le den a esa Selena. Es un estrecha, como todas.
Se quedó compuesto y sin chica, así que se dedicó a beber. Sobre las cinco de la mañana apenas se mantenía en pie. Manuel lo sacó casi a rastras del local y lo llevó a su casa.
Lo dejó tumbado sobre la cama.
-Las mujedez son todaz unaz putas... -dijo con la lengua trabada.
-¿Pero no decías que no? ¿No son todas unas estrechas?
-Pos.. Deberían.. serlo..unas... putas.
Cerró los ojos y enseguida empezó a roncar. Manuel lo dejó y se marchó a su casa.
+++++
La claridad de la mañana despertó a Antonio. Abrió los ojos y los cerró de golpe. Sintió un trallazo de dolor en la cabeza. Le retumbaba. Parecía que le iba a estallar.
"Joder. Bebí más de la cuenta anoche"
No podía abrir los ojos. La luz le molestaba. Se levantó y a tientas fue al baño. Se estaba meando. Con los ojos cerrados se puso delante de la taza, levantó la tapa, se bajó la cremallera y se metió tres dedos para sacársela.
No se la encontró.
Metió más los dedos. Y rebuscó.
Nada.
"Joder, pequeña. ¿Has encogido? ¿Dónde estás?"
Metió aún más los dedos. Palpó. La polla no estaba.
-Pero qué co...
Se cayó de repente. Esa no era su voz. Era una voz de mujer. Abrió los ojos. El dolor de cabeza aumentó.
-¿Qué pasa?
Otra vez esa voz. Sacó los dedos de su bragueta y se los miró. No era su mano. Era la mano de una mujer.
-Dios, ¿Qué es esto?
Se miró en el espejo, y dio dos pasos para atrás, aterrado. No se vio a sí mismo en el espejo. Vio a una mujer.
"No puede ser. Estoy en pleno sueño".
Levantó lentamente la mano. La mujer del espejo hizo lo mismo. Se la llevó a la cara. Se tocó. En el espejo la mujer se tocaba. En vez de encontrarse con su piel áspera, sin afeitar, sus dedos tocaron una piel suave, cálida.
"Antonio...estás soñando. Despierta"
Dio un paso hacia el espejo. Su vista se estaba aclarando. Se fijó más en la mujer. Debajo de la camisa, de su camisa, vio el bulto de las tetas. Bajó la vista hacia su pecho.
-Coño, tengo tetas.
Se las tocó. No se lo podía creer. Las notaba en sus manos. Y notaba como se tocaba. Las sentía. Eran... tetas. Un buen par de tetas. Asombrado, levantó lentamente la camisa y se las miró en el espejo.
-Joder, vaya par de peras.
Su voz era suave y aterciopelada. En su cabeza seguía sonando como siempre.
Se miró mejor. Ahora con más atención. Aún no se lo creía. Se pellizcó para despertarse, pero solo sintió dolor. Se seguía meando. Tenía que hacer pis.
Titubeando se abrió el cinturón, se abrió el botón y se bajó el pantalón. Después, despacito, se bajó los calzoncillos. Y miró.
-Joder, no tengo polla. Tengo ... un coño.
Se mareó un poco. Se aceró al inodoro y se puso de pie. Casi empieza a orinar así.
-Joder, joder, joder-
Con aprensión, se sentó en la taza. Y empezó a orinar. Sintió alivio.
-Esto es muy raro.
Cuando terminó, se iba a levantar y recordó lo que hacían las mujeres después de hacer pis. Cogió un poco de papel y se secó.
Volvió a mirarse en el espejo. Se desnudó del todo. Se miró por delante, por detrás, de lado.
"Joder, pero si estoy más buena que el pan".
Antonio se había convertido en una mujer preciosa. De cuerpo perfecto, pelo castaño, ojos claros. Precioso culito, redondo, tentador. Unas tetas perfectas, grandes pero erguidas. Y una cara de modelo.
-Esto es muy raro. Raro, raro, raro.
Se miró otra vez. Y sintió. Notó esa agradable sensación de cuando se ponía cachondo. Cuando se le ponía la polla dura, hinchada de deseo. Sólo que ahora no tenía una polla que se le pusiese tiesa. Lo que sintió fue humedad entre las piernas. Que sus pezones se ponían duros. Llevó una mano a su entrepierna y se pasó los dedos. Tenía el coño mojado.
-Ummmm... coño. Pero si estoy caliente.
Se tocó los pezones y una descarga de placer le recorrió el cuerpo. Con las yemas de los dedos buscó su nuevo y recién estrenado clítoris y se empezó a hacer una paja, mirándose en el espejo. Como las muchas que le había hechos a sus ligues. Pero ahora lo sentía en su propio cuerpo.
-Aggg, esto es...raro...pero....ummm, que rico... Si es un sueño es...muy real.
Entonces tuvo un flash. Había algo que le gustaba mucho. Mirar a una mujer masturbarse. De vez en cuando miraba videos de eso por internet. Se lo había pedido a varias de las chicas con quienes se había acostado, pero ninguna quiso hacerlo. Le decían que les daba vergüenza, que era algo muy íntimo.
Ahora estaba solo. Bueno, sola. Y cachonda. Al lado de su cama había un ropero cuyas hojas eran grandes espejos. Fue hacia allí. Puso la almohada en el suelo, apoyada contra la cama. Se sentó sobre ella y miró reflejado en la puerta.
Era él, Antonio. Con sus pensamientos, con sus recuerdos, pero lo que sus ojos veían era una hermosa mujer, desnuda. Abrió las torneadas piernas. Observó el precioso coñito que tenía. Lo abrió con los dedos. Rosadito, brillante. Se pasó un dedo a lo largo de la hendidura y se estremeció de placer.
Como hacían las chicas en los videos que le gustaban, se acarició los pezones con la mano izquierda mientras que con la derecha se frotó los labios vaginales. Cuando se lo hacía a una mujer se dejaba llevar por los gemidos de ella, por las reacciones de su cuerpo a las caricias. Ahora se dejó llevar por sus propias sensaciones.
-Agggg, que rico...ummmm
Notó la entrada a su coño. Despacito, como con miedo, empezó a meterse dos dedos, esperando quizás encontrarse con una pared, con un fondo. Pero no había fondo. Los dedos entraron sin problemas. Sólo sintió una cosa. Placer.
-Ummm, dios...
Se empezó a follar a si misma con los dedos. De vez en cuando los sacaba y se frotaba el clítoris con la yemas. Los pezones se los pellizcó con fuerza. Más placer. La mujer que era ahora, en la que se había convertido, lo miraba desde el espejo, con los ojos entornados, los carnosos labios abiertos. La cara reflejando el intenso placer que estaba sintiendo. Se dio cuenta de que se iba a correr.
Era como cuando él, como hombre, estaba a punto de llegar al orgasmo. El cuerpo se le empezó a poner tenso. Los músculos a agarrotarse. Los dedos de los pies de cerraron con fuerza.
Y se corrió. No era un orgasmo como los que conocía. Era más intenso, y sobre todo, largo. Varios segundos de continuo placer que lo dejaron sin respiración. Los dedos se le llenaron de los jugos que su coño expulsaba.
Cuando el placer terminó y recuperó la respiración, se quedó jadeando. Aún recorrido por espasmos.
-Esto...ha sido...increíble...dios...que placer.
Sus orgasmos como hombre eran intensos, pero cortos. El que acababa de experimentar lo dejó casi agotado.
-Uf, y después dicen que son el sexo débil. Si yo pudiese correrme así siempre... Lo que yo siempre digo. Si fuese mujer sería....
Se quedó callado. Ahora era una mujer. Estaba claro que aquello tenía que ser un sueño. O había tenido un accidente y estaba acostado en la cama de un hospital, en coma. Fuera como fuese, su nuevo cuerpo aún temblaba.
Y seguía caliente. Como hombre, cuando se corría, el deseo desaparecía. Sólo tenía ganas de dormir o, la mayoría de la veces, largarse a su casa y dejar a su ligue de turno sola. Como mujer, seguía sintiendo deseo. Más incluso que antes. Se empezó a acariciar otra vez.
-¡Qué buena estoy!
Cerró los ojos y se clavó dos dedos hasta los nudillos en el coño. Arqueó las espalda. De repente, sonó el timbre de la casa y dio un respingo.
-¡Coño!
Se levantó. ¿Quién sería?. Se acercó a la puerta y miró por la mirilla. Era Manuel.
Estaba en pelotas, desnuda, en forma de mujer.
"¿Qué hago? Coño, ¿Qué hago"
-¿Sí? - preguntó con su voz aterciopelada de mujer.
Manuel se sorprendió de oír una voz de mujer en casa de Antonio. Generalmente su amigo no se llevaba a los ligues a su casa. Prefería irse a la casa de ellas o follárselas en el coche.
-Hola, soy Manuel, un amigo de Antonio. ¿Está bien?
-Esto... sí..sí... está bien. Ha salido.
-¿Salido?
-Sí. Lo llamaron para...una urgencia.
-¿Algo malo?
-No lo sé.
Manuel estaba un poco mosqueado.
-Abre, por favor.
-Antonio no está.
-Oye, no sé quien eres. O me abres ahora mismo o llamo a la policía.
Antonio sabía que su amigo era bastante cabezota. Sería muy capaz de hacerlo. Tenía que abrirle.
-Vale, te abro. Espera un segundo que me vista.
"¿Qué se vista? ¿Está desnuda? Vaya con Antoñito. Que bribón."
Antonio pensó con rapidez. No tenía ropa de mujer. Si no abría rápido Manuel se impacientaría y podría armar un escándalo. Salió corriendo hacia su cuarto y buscó. Se puso una camisa de manga larga, que le llegaba a medio muslo. Pero no tenía ni sujetador ni bragas.
No había tiempo para más. Volvió hacia la puerta.
La abrió despacito, tapándose con la hoja. Asomó la cabeza.
-Hola. - saludó Manuel, mirando a aquella belleza de mujer que le abrió la puerta.
-Hola. Antonio no está. Salió.
-¿Quién eres tú?
-Me llamo... - Antonio buscó a toda prisa un nombre - Raquel.
-Hola Raquel. ¿Puedo pasar?
-¿Pasar?
-Sí, ya sabes, entrar en casa de mi amigo.
-Claro... entra.
Manuel entró y miró alrededor, tratando de encontrar algo raro. Pero todo estaba como siempre. El desorden habitual de la casa de su amigo.
-¿De dónde has salido? Anoche dejé a Antonio en la cama casi en coma etílico.
-Esto... vine esta mañana a ver a Antonio. Él se marchó más tarde, cuando lo llamaron por teléfono.
-¿Sabes quién le llamó?
-No, no lo sé.
Manuel miró a Raquel. Antonio hubiese dicho, sin dudarlo, que era un 'peazo jembra'. Guapísima de cara, ojos preciosos. Cabello ondulado y medio alborotado. Piernas largas y torneadas.
"Uf, se le notan los pezones. Seguro que tiene un buen par de tetas" - pensó Manuel, que enseguida se olvidó de Antonio y centró toda su atención en la mujer.
Antonio, Raquel, se dio cuenta enseguida de como la miraba Manuel. La miró igual a como hubiese mirado él a una mujer como ella, medio desnuda. Una mirada fija, de ojos brillantes. Una mirada que la traspasó.
-¿Y desde cuando conoces a Antonio? No me ha hablado de ti.
-Desde hace poco. Soy...de fuera de la ciudad.
-Ah.
La miró de arriba a abajo. Aquella mujercita estaba como un queso.
-Pues raro. Antonio siempre me cuenta todo.
-¿Sí? ¿Todo todo?
-Todo.
Era cierto. Siempre le contaba con pelos y señales lo que hacía con las mujeres con las que se acostaba. Le encantaba presumir de sus conquistas.
-Será que me quiere a mí sólo para él.
-Será... Pero es una pena.
-¿Por qué?
-Porque estás para comerte, Raquel.
Antonio, de repente, se dio cuenta de que Manuel estaba ligando con ella. A pesar de estar en su casa, en casa de su amigo, de estar con una mujer de la que todo apuntaba a que estaba enrollada con él, Manuel le tiraba los tejos. Exactamente igual a como él mismo se los hubiese tirado si la situación fuese a la inversa.
Y se dio cuenta de otra cosa. Que le estaba gustando el flirteo. Que ella misma estaba entrando en el juego. Y que seguía cachonda. El coño le seguía palpitando.
-Pues Antonio, esta mañana, se largó antes de comerme.
"¡Joder! ¿Dije yo eso?", se preguntó sorprendido, con su voz de hombre en la cabeza.
-Vaya. Yo no te hubiese dejado sin... comerte.
-¿No?
-No - dijo Manuel, acercándose a ella, con esa sonrisa seductora que ponen los hombres cuando creen que la mujer es receptiva a sus encantos.
-¿Sin comerme el qué?
"Más puta que las gallinas. Pues sí, me estoy comportando como una auténtica zorra salida".
Manuel ya estaba junto a ella, casi pegado. La miró desde arriba, al ser más alto que ella. Vio el nacimiento de sus generosas tetas.
-Ummmm, pues te comería... toda.
Raquel miró a los ojos a su amigo. Sintió deseos de besarlo, Lentamente su mirada fue bajando hasta llegar a la bragueta. Tenía la polla dura, formando un evidente bulto. El coño se le mojó aún más.
-¿Toda? ¿Por ejemplo...?
Manuel se la jugó. Aquella preciosidad le estaba dando pie. Levantó las manos y las llevó a sus tetas. Las acarició por encima de la camisa, notando en las palmas sus duros pezones
-Por ejemplo estas dos tetas. Deben de ser preciosas.
"Me está tocando las tetas mi amigo. Un hombre. Y me está encantando"
Si todo aquello era un sueño, deseó no despertar. Ahora era una mujer, sentía deseos de mujer. Deseaba ver la polla de Manuel. Tocarla. Deseó metérsela en la boca y hacerle una buena mamada. Deseó comportarse como siempre deseó que las mujeres se comportasen con él. Como una buena zorra, como una perra salida deseosa de sexo. Deseó ser vulgar, procaz.
-¿Sólo las tetas? ¿No hay nada más que te gustaría comerte?
-Pues...no sé. ¿Tú qué quieres que te coma?
Raquel se acercó. Sus tetas se aplastaron contra el pecho de Manuel. Se puso de puntillas para que sus labios llegasen a la una de las orejas de Manuel. Y le susurró, con voz sexy.
-Lo que deseo que me comas es el coño. Estoy muy cachonda. - dijo a la vez que le acarició la polla por encima del pantalón.
Manuel estaba asombrado. Raquel no sólo era una mujer hermosísima, sino caliente. La más caliente que había conocido en su vida. Jamás ninguna había sido tan directa. No la conocía hacía más de cinco minutos y ya le estaba sobando la polla.
-¿Cómo de cachonda?
-Compruébalo tú mismo.
Mirándola a los ojos bajó una mano y la llevó directamente hasta su coño. Lo acarició, pasándole el dedo corazón a lo largo de toda la rajita. Estaba caliente, mojada.
-Estás chorreando.
-¿Qué? ¿Vas a seguir hablando o me vas a comer el coño de una vez?
Manuel agarró la camisa y, tirando con fuerza, hizo saltar todos los botones. La abrió y se la quitó. Se quedó mirando unos segundos el cuerpo perfecto de Raquel.
-¿Soy de tu agrado?
-Joder, Raquel. Eres la mujer más guapa que he visto.
La agarró de una mano y la llevó al dormitorio de Antonio. La tiró sobre la cama. Sin dejar de mirarla se fue desnudando.
Raquel, mirándole fijamente a los ojos, con una sensual sonrisa en los labios, abrió lentamente las piernas, enseñándole su palpitante coño. Se pasó los dedos por la raja, se frotó el clítoris.
-Ummm, estoy muy cachonda, Manuel: Cómemelo ya... cómemelo...
Él no terminó de quitarse los pantalones. Se tiró sobra la cama, metió su cabeza entre las piernas de Raquel y lamió el coño.
-Agggggggg, sí, sí... así...cómeme el coñito.
Ella metió sus dedos entre el cabello de Manuel y apretó su cabeza contra ella. Movió sus caderas y restregó su sensible coño contra a cara de Manuel. El placer era intenso.
-Ummm, agfff, que rica estás, Raquel. Me encanta como huele tu coño, como sabe.
-No hables... come, lame...haz que me corra. Necesito correrme.
Manuel se esmeró en hacerle a aquella mujer la mejor comida de coño de su vida. Chupó, sorbió, lamió, y hasta mordió cada pliegue de aquel sabroso coño hasta que el cuerpo de Raquel se quedó quieto, tenso, y su boca se llenó de jugos vaginales que se bebió con placer.
Raquel, con los ojos fuertemente cerrados se corrió contra la boca de su amigo. Un orgasmo más fuerte que el primero. Y muy largo. Los últimos segundos su cuerpo fue recorrido por fuertes espasmos. Sin embargo, no quedó saciada. Quería más. No sabía por que, pero lo que más deseaba era sentir su coño bien lleno. Bien lleno con una dura polla.
-Ummm, que boquita tienes, Manuel. ¿Me vas a follar bien follada, verdad?
-Vaya si te voy a follar, preciosa.
Manuel se terminó de desnudar a toda prisa. Raquel, bien abierta de piernas, acariciándose las tetas, lo esperaba. Se quedó mirando fijamente la dura polla. Le pareció una polla precisa.
-Clávamela, fóllame.
¿Quién era esa chica? - se preguntó Manuel. Hermosa y ardiente. La mejor combinación. Sin esperar más, se puso entre sus abiertas e invitadoras piernas y le clavó la polla hasta el fondo del coño.
-Aggggggg, dios, Manuel... vaya polla... me has llenado todo el coño.
La sensación de sus paredes vaginales siendo separadas y distendidas por la dura barra fue maravillosa. Raquel sentía un suave y continuo placer, que se multiplicó cuando Manuel empezó a moverse. La polla entraba y salía de su coño. No era un coño virgen, no había sentido ningún dolor, ninguna molestia, al ser penetrada. Pero era un coño estrechito, que hacía que los dos sintieran un gran placer.
Manuel estaba como loco. Le sobaba las preciosas tetas, le mordía los pezones. Besaba su cuello. Le comía la boca. Y, sobre todo, se la follaba. Cada vez más rápido, más fuerte. Era sin duda el mejor polvo de toda su vida. Con aquella chica a la que acababa de conocer.
Notó que se iba a correr enseguida.
-Me voy a correr, preciosa.
-Agggg, y yo... no la saque...lléname el coño de leche...
-¿Seguro?
Raquel se quedó unos instantes dubitativa. Externamente era una mujer completa. ¿Pero sería del todo una mujer? ¿Podría quedarse embarazada?
Ganó la calentura, el deseo.
-Sí, seguro. Quiero sentir tu polla vaciarse dentro de mí.
Manuel arreció en sus embestidas hasta que su cuerpo estalló. Le metió la polla hasta el fondo y se corrió a borbotones, con fuerza, llenando poco a poco aquel estrechito coño. Raquel, al sentir aquel calor repentino, se corrió con él. Su vagina se llenó se espasmos que parecían querer ordeñar aquella polla, como queriendo que ni una gota de semen le quedare dentro.
La polla dejó de manar, Manuel terminó su orgasmo, y Raquel aún no había llegado ni a la mitad del suyo. Él se quedó mirando el bello rostro, crispado de placer. Sentía en su polla contracciones del coño. La siguió follando para aumentar su placer.
Por fin Raquel había quedado saciada... un poco. Manuel cayó a su lado. Los dos respirando agitadamente.
-¡Qué cabrón Antonio! . Mira que no hablarme de ti
-Jajaja. Sé que tiene secretillos.
-Sí. Oye, Raquel. Eres..
-¿Qué soy?
-Eres muy caliente. Uf, y directa.
-¿No te gustan las mujeres directas?
-No hay mujeres directas.
-¿Cómo que no?
-Al menos yo nunca había conocido a una.
-Pues ya conoces una. Me apetecía follar. A ti te apetecía, y ya está. ¿Para qué andarnos con rodeos? La vida es muy corta.
-Joder. Hablas igualito que Antonio. Eres su tipo de mujer.
-Quizás por eso no te dijo nada. Para que no se la quitasen.
Manuel iba a decirle que no era por eso. Que Antonio no quería una mujer como Raquel, para follársela a todas horas. Que lo que él quería era que todas fueran como Raquel. Follar con quien le apeteciese cuando le apeteciese. Pero no le dijo eso.
-Quizás. Coño, que tarde es. Me tengo que ir.
Manuel se levantó a toda prisa y se vistió.
-Dile a Antonio que me llame, ¿Eh?
-Vale, se lo diré -dijo Raquel apoyándose en los codos y abriendo las piernas, mostrando su coño.
Manuel miró aquel precioso coño. Abierto, rezumando una mezcla de semen y jugos vaginales. Después miró a los ojos a chica, que le miraba sonriendo.
-Tu corrida se me está saliendo del coño. ¿Me pones otra?
-Joder, Raquel... De verdad que me tengo que ir.
-¿Te vas? ¿ Un chica decente te pide que le llenes el coñito con más leche y dices que te vas?
La polla de Manuel estaba otra vez a reventar. Y cuando vio como Raquel se llevaba dos dedos al coño, recogía un poco de leche, se los llevaba a la boca y se relamía, no pudo más. Se desnudó otra vez y se lanzó a por aquella mujer.
Raquel se corrió dos veces más antes de que Manuel le llenara el coño con una segunda ración de semen calentito y espeso.
-Uf, Raquel - dijo Antonio jadeando - Eres...eres...
-¿Más puta que las gallinas?
-Jajaja. Eso dice siempre Antonio.
-Jajaja. Creo que se refería a mí.
Manuel se vistió enseguida y se marchó corriendo, sin ni siquiera darle un beso de despedida.
Raquel se quedó unos minutos en la cama.
-Umm, creo que me va a gustar ser mujer. Con lo buena que estoy y lo zorra que soy, me voy a hartar de follar. Jajaja.
Notó como el semen de Manuel le salía del coño. Se levantó y se fue corriendo al baño, a darse una ducha. Cuando terminó se miró en el espejo.
-Raquelita... se le levantarías a un muerto. Jajajaja
Tenía el cabello mojado, a pesar de habérselo secado. Se dio cuenta de que no estaba preparado para ser mujer. No tenía un simple secador. Y no tenía ropa adecuado.
-Nos vamos de compras, preciosa - le dijo a su propio reflejo.
Se puso unos pantalones, sin calzoncillos. Una camisa ajustada. Se volvió a mirar y remirar en el espejo.
-Wow, hasta así estoy para comerme.
Cogió la cartera. Para asegurarse de que todo aquello era real, que no estaba loca, que Antonio era de verdad, sacó su carnet de identidad. "Antonio García", y la su foto de hombre.
Se la guardó en el pantalón y salió a la calle.
Desde que empezó a caminar se dio cuenta de una casa. Los hombres la miraban. Notaba sus ojos fijos en ella. Y le encantó. Meneó las caderas. Sabía que muchos cuando se cruzaban con ella se giraban para mirarle el culo. Lo meneaba con más ganas.
"Ummm, Seguro que a más de uno se le ha puesto la polla dura mirándome, imaginando que me hacen toda clase de guarradas".
Se reía sola, caminando, exhibiéndose. Llegó a unos grandes almacenes y fue directamente a la planta de moda de mujer. "Lo primero es ropa interior", se dijo, buscando con la vista la zona de lencería. Hacia allí se dirigió.
Empezó a mirar bragas, sujetadores. Se centró en los más sexys, los que como hombre le gustaba ver, y sobre todo quitar, a las mujeres.
"¡Coño! ¿Y qué talla llevo?", se preguntó.
Vio que uno de los dependientes, un señor sobre los 40 no le quitaba los ojos de encina. Le miró y él se acercó.
-¿Puedo ayudarla en algo, Srta.?
-Pues sí. ¿Qué talla dirías que uso?
El hombre la miró de arriba a abajo. Raquel dio una vuelta completa sobre si misma para que él la viera bien.
-Yo diría que una M para las braguitas y..Ummm, una 100, quizás, para el sujetador.
-Oh, gracias. ¿Puedo probármelas por si las moscas?
-Por supuesto. Al fondo tiene Vd. los probadores, Srta.
-Aunque... necesitaría la opinión de un experto para saber si me quedan bien o mal - le dijo, mirándole a los ojos, con una sonrisa en sus sensuales labios.
-Bueno, yo podría, si me lo permite... Echarle un vistazo cuando se las ponga.
-Oh, gracias. Eres muy amable. Dame 2 minutos para ponérmelas.
El hombre vio como Raquel se alejaba hacia los probadores. Miró su culo. Sabía de ropa y vio que los pantalones eran de hombre, pero aún así el culito de aquella chica parecía precioso. La polla se le empezó a poner dura.
Raquel entró en uno de los probadores. Eran de esos con puerta. Se desnudó rápidamente y se puso primero las braguitas rojas de encaje. Le iban bien. Después se puso el sujetador a juego. Era la primera vez que abrochaba un sujetador. Hasta ahora sólo los había desabrochado. Se miró al espejo.
-Wow. Peazo jembra.
Estaba preciosa, sexy. Su cuerpo era realzado por aquellas prendad, que le sentaban como un guante. Sus perfectas tetas resaltaban aún más. Su redondo culito era una tentación. Sólo con mirarse se puso cachonda.
Tocaron a la puerta.
-¿Sí?
-Soy el dependiente.
-Ah, bien
Raquel abrió la puerta y hombre entró. Ella cerró. El probador no era muy grande.
-¿Y bien? ¿Cómo me queda? - dijo, volviendo a dar una lenta vuelta sobre si misma.
-Parece que fue diseñado para tu cuerpo - respondió el hombre, tuteándola.
-¿Tú crees? - dijo Raquel dándole la espalda, meneando el culo.
-Desde luego que sí.
Le miró el culo. Y confirmó lo que había pensado antes. Aquella chica tenía el mejor culito que había visto en su vida. La polla se le puso dura del todo.
Ella se dio la vuelta, encarándole. Puso cara de niña buena, de niña mimosa, alargó una mano y la puso sobre la dura polla del hombre.
-Ummm, parece que te gusta de verdad como me queda. Creo que me lo voy a quedar.
-Tienes que quedarte con ese conjunto. Realza tu belleza.
-Gracias...Oye...¿Hay alguna manera por la cual yo pueda salir de aquí con esto puesto sin pagar un céntimo? - preguntó con voz seductora, apretándole la polla.
El hombre tuvo claro que aquella preciosidad era una auténtica zorra, un hembra caliente de verdad. Se acercó a ella, acercó su boca a una de sus orejas y le susurró:
-La única manera de salir sin pagar en que salgas... con ese culito tuyo lleno de leche.
-Ummm, ¿Lleno de leche?
-Sí.
-¿Quieres llenarme el culito con tu leche?
-Joder, sí. Me has puesto la polla dura.
-La noto. Vaya si la noto.
Le bajó la cremallera y le sacó la polla. Una buena polla, pero no muy gruesa. La miró.
-¿Quieres meterme todo esto en el culito?
-Umm, sí.
-¿Y follármelo hasta llenármelo de lechita?
-Agggg, sí, joder, sí. Pero si sigues así me harás correr con la mano.
Raquel estaba encantada. Y muy excitada. Se dio cuente de el poder que tenía. Había cogido a un completo desconocido y lo tenía ahora totalmente bajo su control. Abría ladrado por ella.
-Uf, no, en la mano no, que me gustan mucho estas braguitas y el sujetador.
Se dio la vuelta y le restregó el culo por la polla. El hombre estuvo a punto de correrse. Raquel se echó hacia adelante, poniendo el culo en pompa.
-Todo tuyo. Dame por el culo. Lléname de leche.
El hombre le bajó las bragas hasta las rodillas. Miró las redondas maravillas que tenía delante. Las separó con las manos, descubriendo el apretado agujerito que estaba a punto de profanar. Se puso un poco de saliva en los dedos y lubricó el esfínter de la chica. Acercó la punta de la polla, la agarró por las caderas y empujó.
Raquel puso los ojos en blando cuando la dura polla se clavó en su culo hasta la empuñadura. No de dolor, sino de puro placer. Entornó los ojos y a través del espejo miró al hombre, que empezó a encularla salvajemente.
-Joder, vaya culito que tienes... Es una maravilla.
-Encúlame más... rómpemelo a pollazos.
Sujetándola con fuerza por las caderas la folló con ganas, con intensidad, clavándole la polla hasta el fondo y sacándosela casi toda. Raquel gemía de placer. Había tenido sexo anal con un par de chisca sólo, y las dos se masturbaron mientras él se las follaba.
Ahora no hacía falta que ella se acariciase. El placer que sentía al ser sodomizada era intenso, arrollador. Buscó ella misma la polla, tratando de que se la metiera aún más adentro.
-Agggg, así, fóllame así...más...más.
El hombre no se podía creer lo que estaba pasando. Se estaba follando a un preciosidad de mujer. Le estaba dando por el culo y ella pedía más y más.
Y más se sorprendió cuando el cuerpo de la chica se puso tenso. Miró en el espejo como cerraba los ojos y se crispaba. Aquella muchacha se estaba corriendo. Sintió la polla estrujada por los músculos de su culo y no pudo más. Se la enterró hasta el fondo y empezó a correrse a borbotones.
Raquel sintió dentro de ella todos y cada uno de los chorros calientes que él le echaba en el fondo de su culo. Su orgasmo volvió a ser largo, intenso. La polla dejó de correrse y ella seguía con espasmos de placer.
-Ah sido...joder... ha sido el mejor polvo de mi vida - jadeó el hombre.
Le sacó la polla lentamente. Quedó pendulona, a media asta. Raquel se subió las bragas y se dio la vuelta. Se miraron. Se sonrieron.
-Eres...
-¿Una puta? -dijo Raquel, sonriendo.
-Iba a decir que maravillosa. Pero sí. Una puta maravillosa.
-Jaja, gracias.
"Soy más puta que las gallinas", se dijo Raquel. Se lo iba a demostrar. Mirándole a los ojos, se arrodilló lentamente delante de él. Acercó su boca a la polla y se la metió en la boca. Él la miró, maravillado. Aquella chica era la mujer más caliente que había conocido en su vida.
Raquel se la chupó unos segundos. La polla volvió a ponerse dura en su boca. Se la sacó.
-¿Si me trago toda tu corrida me das otro conjuntito de esos?
-Si consigues que me vuelva a correr te doy tres.
-Ummm, que bueno eres...
Se volvió a meter la polla en la boca. Era la primera polla que mamaba. Pero sabía exactamente como le gusta a un hombre que una mujer le chupe la polla. Puso todo su empeño en la mamada.
A los pocos segundos, el hombre gemía de placer. Con la boca entreabierta, miraba como aquella guapa mujer se pasaba su polla por la cara, como la besaba, la lamía. Todo sin dejar de mirarle a los ojos. Con la cara seria, de niña buena que nunca ha roto un plato.
Ya no era un jovenzuelo. Ahora le costaba volver a correrse tan seguido. Pero esa chica lo iba a conseguir. Iba a hacerlo correr otra vez. Notó la llegada de su segundo orgasmo. Y Raquel también. Mamó con más fuerza. Se ayudó de una mano.
-Agggg, me ... corro...dios... me corro....
La polla dentro de la boca explotó. Los chorros calientes se estrellaron contra el paladar y la lengua de Raquel, que rápidamente empezó a tragar. Le encantó la sensación del semen espeso bajando por su garganta. La corrida no fue tan abundante como la primera, pero fue igual de placentera.
Toda la leche que aquello polla soltó dentro de la boca de Raquel terminó en su estómago. Le dio una cuentas lamidas más y un beso en la punta.
-Uf..¿Qué... colores...te... pongo?
-Jajaja. Uno de cada, por favor.
Más contenta que unas pascuas, con cuatro conjuntos sexys en dos bolsas, se dirigió a la zona de ropa.
Se compró varios vestidos, pantalones, faldas. Se dejó puesta una camisa preciosa de amplio escote y una minifalda vaquera.
-Bien, y ahora, unos lindos zapatos.
Bajó las escaleras mecánicas hacia la zapatería. Desde que se puso a mirar modelos, se le acercó uno de los dependientes, un chico joven y bastante guapo. El coño se le mojó
-¿Puedo ayudarla?
-Sí, plis. Quiero unos zapatos.
-¿Para diario o para fiesta?
-Pues... dos pares de cada.
-Ummm, veamos... ¿Una 38, verdad?
-Sí.
-¿Me permite que le muestre unos que le quedarían estupendos?
-Claro.
Se quedó esperando mientras el chico buscaba por la tienda. Volvió con tres pares preciosos.
-Siéntese por favor.
Raquel se sentó en una sillita. El chico se arrodilló, le cogió un pie y le quitó las zapatillas deportivas que llevaba. Le quedaban grandes. Seguidamente, le puso uno de los zapatos. Le entró fácilmente.
-Vaya, es precioso. Tienes buen ojo para los zapatos.
-Y para las mujeres hermosas - le respondió el chico.
"Vaya. Un lanzado. Jeje. A ver lo lanzado que es"
Lentamente, Raquel abrió las piernas. Desde su posición el chico sólo tenía que levantar la mirada y le vería las bragas. Cuando él miró, vio los hermosos muslos y al fondo, el coño, tapado por unas bragas rojas. Levantó la mirada y se encontró con la de ella.
-Tengo más modelos detrás, en el almacén. Si quieres... te los enseño - le dijo, acariciándole el tobillo.
A los dos minutos se la estaba follando entre cajas de zapatos. Bien abierta de piernas, Raquel recibía los duros pollazos de joven, que le magreaba las tetas sobre la camisa y le comía la boca.
-Pero que buena estás.
-Ummm, Sí, ¿Verdad?
-Joder, ya lo creo.
El chico era una máquina follando. La hizo correr dos veces antes de dar muestras de estar a punto de correrse.
-¿Dónde quieres que me corra, preciosa?
-Donde tú quieras.
-Que cachonda eres. Me quiero correr en tu cara. ¿Puedo córreme en tu cara?
-Déjame bien guapa.
El joven no pudo más. Le sacó la polla con rapidez del coño, se la cogió con la mano y se acercó a su cara. Se empezó a correr en el acto. Raquel, sonriendo y con los ojos cerrados sintió todos y cada uno de los abundantes chorros estrellarse contra su rostro. Calientes, espesos...
Oía la respiración del chico. Cuando no notó más latigazos, abrió los ojos. Él la miraba con admiración.
-¿Estoy guapa?
-Estás... preciosa. Joder, pero si ya eras preciosa antes...
-¿Antes de que me llenaras la cara de leche?
-Sí.
-Jeje. ¿Crees que puedo salir a la calle así?
-Uf, mejor que no. Le daría un pasmo a más de uno.
-Jajajaja.
-Mejor te limpias.
-¿Por qué no me limpias tú... con la polla?
Él empezó a recoger el semen de la cara de con la punta de su verga. Lo fue reuniendo y llevándolo a la boca de la chica, que se los comía con gula.
-¿Cómo te llamas? ¿Dónde vives? ¿Te quieres casar conmigo?
-Jajajaja. Me llamo Raquel. Y no. Soy demasiado joven y...digamos, ligera de cascos como para liarme con nadie ahora.
Raquel salió de la zapatería con los tres pares de zapatos que el chico eligió. Los pagó. El chico le había caído simpático.
Lo último que compró fue maquillaje. El set completo.
Para volver a su casa, con tanta bolsa, cogió un taxi. A punto estuvieron de tener un accidente, ya que el conductor no hacía más que mirarla por el retrovisor. Raquel, a verlo, se exhibió como un pavo real. Llegó a colocarse las tetas. El coche dio un frenazo
Cuando le pagó se fijó en que el conductor tenía la polla dura.
"Jajaja. Seguro que para cascársela"
Subió a su casa y guardó toda su nueva ropa.
Tenía que hacer algo con Manuel. Se sentó frente al ordenador y le escribió un mail. Le dijo que se había tenido que ir de la ciudad por un asunto familiar. Y se Raquel se quedaría en su casa unos días. Que cuidare de ella.
"Es un poco zorra. Que no se meta en líos". Así terminó el mensaje y lo envió. Se rio solo.
Se preparó la comida y vio un rato la tele. Se empezó a acariciar. Abrió las piernas y se masturbó sobre el sofá hasta correrse, apretando los diente.
-Uf, me va a encantar se mujer. Podría estar todo el día corriéndome.
+++++
Miró la hora. Eran las siete de la tarde. Tenía ganas de salir.
-Voy a dar una vuelta, a poner unas cuantas pollas duras. Jajaja
Se miró en el espejo. Se encontró preciosa con aquella minifalda. Las tetas bien marcadas tras la apretada camisa.
-Ummm, esto se puede mejorar.
Se quitó la camisa, se quitó el sujetador y se volvió a poner la camisa. Ahora las tetas parecía que iba desnudas. Sus pezones, duros, se marcaban en la tela.
-Y el toque final - dijo, quitándose las bragas. - Pero que puta eres, Raquelita. Jajaja
Salió a la calle y empezó a caminar por la acera, menando descaradamente el culo. Los hombres se la comían con los ojos. La mayoría se daba la vuelta para mirarla. Vio varios codazos dados por novias o esposas a embobados hombres que la miraban casi babeando.
Estaba encantada. Y cachonda. Decidió subirse a un abarrotado autobús a ver que pasaba.
Se puso de pie, agarrada a una de las barras. Enseguida lo notó. Roces aparentemente accidentales. Golpes en los muslos. Un sobeteo en toda regla en su culo.
No dijo nada. Siguió como si nada. Uno de los sobones, al ver que ella no reaccionaba, se atrevió a presionarle la polla contra el culo. Raquel la sintió ponerse dura contra sus nalgas. Lo único que hizo fue restregarse contra la polla.
A su lado había un señor maduro, que al ver como el joven de detrás de la preciosa chica le restregaba la polla por el culo y ella no hacía nada, se pegó a ella y le acarició el muslo. Al ver que la chica miraba hacia adelante, empezó a subir la mano, lentamente, acariciando la suave y cálida piel de la muchacha.
Raquel notaba el coño mojado. Como hombre deseó hacer eso muchas veces. Meterle mano a una chica en un autobús, en el cine, en algún sitio concurrido. Ahora, como mujer, cumpliría la fantasía de aquellos sobones. Más o menos.
Notó que la mano del madurito llegó a la falda. No se detuvo. Siguió subiendo hasta que llegó a su coño. El hombre quedó gratamente sorprendido. Acercó su boca a la oreja de Raquel.
-Pero si no llevas bragas, putita. Y estás empapada.
No le dijo nada. Siguió mirando hacia adelante como si no pasara nada. No pudo evitar gemir cuando los sabios dedos del hombre le empezaron a hacer una paja. El chico que le restregaba polla por el culo llevó una mano hasta una de sus tetas y se la magreó.
Entre los dos la hicieron correr enseguida. Se agarró con fuerza a la barra mientras su cuerpo estallaba de placer. El tipo maduro la miró mientras se corrió. Estaba preciosa, con los ojos entornados, el labio inferior mordido. Notó en sus dedos los flujos del orgasmo de la mujer.
-Joder - le volvió a susurrar al oído - Te has corrido como una zorra. Me muero por follarte bien follada.
En ese momento el autobús paro. Algunos viajeros se bajaron. Cuando las puertas empezaron a cerrarse, Raquel salió corriendo. En la calle, miró hacia dentro de autobús. El chico y el hombre la miraban, estupefactos. Se despidió de ellos con un beso volado.
"Jajaja. Dos más que se van a hacer un buen pajote después"
Volvió a su casa caminando, exhibiéndose. Las miradas que sentía la ponían a cien.
+++++
Después de cenar se fue a dar una larga ducha.
-Hoy es sábado, sabadete. Ahí fuera hay un montón de chicos guapos dispuestos a follarse un bombón como yo. Hoy es su día de suerte. Raquel va a salir de caza.
Se puso uno de los vestidos que había comprado, uno de los conjuntos más sexy y unos zapatos de tacón alto. Caminó con ellos como si lo hubiese hecho toda la vida. Se maquilló. Lo hizo mecánicamente. Parecía que lo había hecho mil veces. Se dio el último toque con un rojo de labios intenso.
-Wow, estoy arrebatadora. Se la levantaría a un muerto.
Salió de su casa sobre la 12 de la noche. Cogió un taxi y le dio la dirección de un local de moda. Sabía que estaría lleno a rebosar de machos en busca de presas. Él solía ser uno de esos machos, y casi siempre si marchaba a casi sin cazar nada más que un dolor de huevos. Pero hoy, ella sería la cazadora. Ellos sus presas.
Entró al local. No se había equivocado. Estaba hasta los topes. La música a todo volumen, genta bailando, bebiendo. Chicas y chicos. Casi todos jóvenes, aunque también había algunos más talluditos. Con la cabeza bien alta, se dirigió a la barra. Las miradas de deseo hincharon su ego.
El camarero, al ver a la preciosidad que le miraba, se aceró en el acto.
-¿Qué te pongo, guapa?
-Un gintonic.
-Marchando
Se lo puso.
-¿Cuánto es?
-Seis euros.
Raquel fue a pagar cuando apareció un chico.
-Aquí las chicas guapas no pagan.
-¿A no?
-No. Cóbrate - le dijo al camarero dándole un billete de 10.
-¿Entonces soy una chica guapa?
Lo habitual en esos locales, en casi penumbra y la música muy alta, es que la gente se pegue para hablar. Él chico se aceró y se pegó a ella descaradamente. Era un chico guapo y seguro de sí mismo.
-Eres la cosa más linda del local.
-¿Sí? ¿Sólo la más linda? Soy más cosas.
-¿Qué más cosas? - le susurró el chico al oído.
-Soy la más zorra del local.
Él la miró. Aquella chica era directa. Y guapa. La polla se le puso dura.
-¿Cómo de zorra? - le dijo, mirándola a los ojos y restregándole la polla por el pubis.
-Así de zorra - respondió Raquel llevando una mano hacia la polla del chico y sobándosela sobre el pantalón.
-Ummm, ya veo. Pero...
-¿Pero qué?
-No eres la primera zorra que me soba la polla.
-Ya. ¿Alguna te ha hecho esto? - dijo, con una sonrisa en los labios y bajándole la bragueta.
-Joder, no - respondió el chico, sorprendido por como se comportaba aquella chica.
-Lo imaginaba. Entonces esto tampoco te lo han hecho, imagino. - dijo Raquel metiendo la mano por la bragueta.
El chico se puso tenso. Raquel sonriendo, le sacó la polla. Él se puso cara a la barra, para que nadie se diese cuenta. Había mucha gente, poca luz.
-¿Cuántas pajas de han hecho así, rodeado de gente?
-Umm, uf...ninguna.
Empezó a mover la mano. Arriba, abajo, a lo largo de la dura polla. Ella sonreía, él trataba de disimular el intenso placer que estaba sintiendo.
En menos de dos minutos de intenso tratamiento manual, el chico puso cerró los puños. Raquel vio como los nudillos se le ponían blancos. Notó la polla palpitar y finalmente, una sacudida. Mirándole a los ojos lo hizo correr, echando los abundantes chorro se espese semen contra la barra. Fueron seis o siete disparos que bajaron resbalando por el lateral hasta el suelo.
Él cerró los ojos, cogiendo aliento. Ella soltó la polla, cogió su copa y desapareció entre la gente. El chico abrió los ojos.
-Ha sido incre...
Se calló al ver que la chica había desaparecido. Se guardó la polla. Sus amigos jamás se iban a creer lo que le acababa de pasar. Eso no impediría que se lo contara a todos.
Raquel se fue a la pista de baile. Se empezó a mover sensualmente al ritmo de la música. Enseguida se le acercó un chico
-¿Estás sola, preciosa?
-Ya no.
Se puso a bailar para él, con los ojos entornados, pasándose la lengua por los rojos labios. El nuevo chico la miraba, admirado. Se dio la vuelta y acercó su culo hacia el chico. Se lo restregó contra la bragueta. Él comprendió el mansaje. La agarró por las caderas.
Raquel siguió moviéndose sensualmente. Apoyó su espalda contra el pecho del joven, giró la cabeza, dejando sus labios a escasos centímetros de los de él.
-Me vas a poner la polla dura, preciosa.
-Eso es lo que quiero. Ponerte la polla bien dura.
Siguieron bailando, restregándose. Él le rozó las tetas, le acarició las caderas. Ella sintió la polla ponerse como una roca.
-Ya me la has puesto dura. ¿Y ahora?
-Pues, ahora... depende.
-¿De qué depende?
-De lo que quieras hacer con tu polla dura.
-Clavártela en el coño. Follarte bien follada. Eso es lo que quiero.
-Umm, me gustan los hombres que saben lo que quieren. ¿Tienes coche?
-Sí.
A los cinco minutos estaban en el asiento de atrás. Raquel lo cabalgaba, enterrándose en el coño la dura polla del chico, enfundada en un condón. Se corrió dos veces antes de que él le llenara el preservativo con su corrida.
-Oye, ¿Cómo te llamas?
-Raquel.
-Raquel, era la mujer más caliente que he conocido. Dame tu teléfono.
-Otro día, guapo. Otro día.
Lo dejó en el coche, con la polla aflojándose. Feliz.
Volvió a entrar en la discoteca. Quería más. Y justo en la puerta se encontró con el chico al que le hizo la paja en la barra. Iba acompañado de dos amigo.
-Hey, esta es la chica de que os hablé.
Los dos amigos miraron a Raquel. Uno de ellos se encaró con el primero.
-¿Me vas a decir que este monumento de mujer te hizo una paja en la barra... sin más?
-Sí.
-Deja de beber, Juan. No te lo crees ni tú. Jajaja.
-Si no te lo crees - le dijo Raquel - vete a la barra y verás su corrida.
-Coño. ¿Hablas en serio?
-Nunca bromeo con una corrida. Jajaja.
-Ya os lo dije - dijo Juan, el pajeado - Esta chica es una calentorra.
-Antes me dijiste que era una zorra.
-Oye - dijo el segundo - ¿Por qué no nos haces a este y a mí lo mismo que a Juan? - y señaló al tercer amigo, que aún o había dicho nada.
Raquel miró a los dos chicos. Se imaginó con sus dos pollas en las manos, pajeándolos a la vez. Se estremeció de pies a cabeza.
-Ummm, vale. ¿Dónde?
-Ven. Busquemos un sitio tranquilo.
La cogió del brazo y lo cuatro empezaron a caminar. Cogieron una calle oscura y solitaria. Y encontraron un portal abierto. Se metieron dentro y cerraron la puerta,
-Así que queréis que os haga una buena paja como a vuestro amigo, ¿eh?
-De eso nada - dijo el chico que aún no había hablado - Una paja me la puedo hacer yo. Nos vas a chupar la polla. A los tres.
-Ese no era el trato.
-Me importa una mierda, putita. Ahora de arrodillas, nos sacas las pollas y no paras de mamar hasta que tengas el estómago bien lleno de leche.
-Que te den, niñato. Me largo
Raquel se dio la vuelta para irse, pero aquel tipo la cogió con fuerza del brazo.
-La única manera de que te vayas de aquí es con tres corridas en la barriga o la cara marcada - dijo, sacándose una navaja del bolsillo.
-Joder, tío, te estás pasando - dijo uno de los amigos.
-Calla. Yo sé tratar a las putitas como estas. ¿Y bien, zorra? ¿Te arrodillas o te marco la cara? - le preguntó a una asustada Raquel, blandiendo la navaja delante de sus ojos.
Raquel se arrodilló delante de los tres chicos, que la rodearon. Les bajó las braguetas y les sacó las pollas.
-Eso es, zorra. A comer polla se ha dicho.
Fue alternando de polla en polla. La chupaba un rato, la pajeaba y pasaba a la otra. Se esmeró en hacer un buen trabajo para que aquellos tres se corriesen rápido y poder irse.
-Aggg, que boquita tienes, guarra. Se ve que te pasas el día mamando pollas - dijo el cabecilla, con la navaja en la mano.
Se concentró en él. Le mamó la polla a fondo, hasta que el chico puso los ojos en blanco y le empezó a llenar la boca de una abundante cantidad de semen espeso y amargo. Se lo tragó todo.
-Ummm, eso es, putita. Trágate toda mi leche...
Le sacó la polla de la boca. Y le dijo que vaciara las pollas de sus amigos.
El último en correrse fue a que le hizo la paja en la barra.  En la barriga tenía ahora las tres copiosas eyaculaciones. Se levantó.
-¿Contentos?
-Claro, preciosa. Mira
El chico sacó la hoja de la navaja y se le clavó en el pecho. Raquel dio un grito de terror. Pero no sintió dolor. Miró y comprobó que la hoja era de mentira. De plástico. Los tres chicos se echaron a reír.
-Cabrones.
-Jajaja, que carita has puesto. No te quejes, putita. Seguro que te ha encantado el resopón que te hemos dado.
Se dio la vuelta y se marchó. Oyó sus risas largo tiempo.
Caminó en busca de un taxi. Estaba aún asustada. Se cruzó con unos cuantos chicos. Le decían cosas. La piropeaban, la miraban. Esas miradas que todo el día le habían gustado, excitado, ahora le daban asco.
Paró un taxi. El conductor era un tipo gordo y seboso. La miró de arriba a abajo por el retrovisor. Raquel se sintió como un objeto.
-¿A dónde guapa?
Le dio la dirección.
-Oye, preciosa. La carrera te podría salir gratis.
-¿Cómo dice?
-Digo que si eres buena conmigo no te cobro el viaje.
-¿Está loco?
-Venga, mujer. Con una buena paja me conformo.
-Que te la menee tu madre, cabrón
Salió del taxi. Caminó hacia la parada del autobús. Por camino siguieron las miradas, las insinuaciones. Incluso proposiciones directas.
-¿Dónde vas tan sola, guapa? ¿Quieres pasar un buen rato?
-Déjame en paz.
-Pero si vas pidiendo guerra, putita.
Aceleró el paso. A esas horas la mayoría de los jóvenes tenían más de una copa encima. Y si iban en grupo eran aún peores.
-Ven preciosa. Que aquí tenemos cuatro duros regalos para ti.
Pasó de largo, sin mirarles siquiera.
"Malditos....hombres. Déjenme en paz, coño".
Por fin llegó a la parada. Se tranquilizó al ver que había un grupito de tres chicas esperando también.
La miraron de arriba a abajo. Y se rieron por lo bajinis. Raquel agudizó el oído y las oyó cuchichear.
-¿Te has fijado en esa? - dijo una-. Va como una puta.
-Sí. Seguro que tiene el coño como la boca de metro.
-Jajaja, sí. Y la boca.
Salió corriendo, con lágrimas en los ojos. Quería llegar a su casa, cerrar la puerta. Olvidarse de todo. Se atrevió a coger otro taxi. El nuevo conductor ni la miró. Se sentó detrás y le dio la dirección.
Cuando se bajó, alguien la llamó.
-Hey, Raquel. Hola
Se giró. Era Manuel.
-Hola - dijo aliviada por ver a alguien conocido.
Antonio se acercó a ella, se pegó y le restregó la polla dura por el pubis.
-Estás... preciosa. Vengo a llenarte el coño otra vez. Aunque también me gustaría llenarte este culito tan precioso - le dijo magreándoselo.
-Manuel... lo siento. No estoy de humor.
-Venga, mujer, lo pasaremos bien.
-Te he dicho que no.
-No me jodas, Raquel. Tengo la polla a reventar. No me seas una calienta pollas. Hazme una buena mamada, al menos.
-Que te den, Manuel - le dijo, separándose de él.
-Que te den a ti, zorra. Mucho echártelas de puta y eres igual de estrecha que todas.
Raque entró en su portal llorando. No entendía que pasaba. ¿No entendían los hombres un no? Que se acostase con quien le diera la gana significaba a caso que tendría que abrirse se piernas para todo el que se le antojara?
Entró en su casa. Cerró la puerta y se enjuagó los ojos. Iba a ir al baño a desvestirse cuando sonó el timbre. Pensó que sería Manuel, y se llenó de rabia.
Abrió la puerta de golpe.
-Te he dicho que te...
Se calló de repente. No era Manuel. Era un mujer. Le resultó conocida.
-Hola...Antonio.
-¿Qué...? ¿Quién eres tú?
-Soy Selena. ¿No me recuerdas?
Hizo memoria. La otra noche, con Manuel... y... aquella chica. Abrió los ojos, y comprendió todo de golpe.
-¿Fuiste tú? ¿Tú me hiciste esto?
-¿Yo? No. Fue tu deseo.
-Maldita. Hazme volver. Devuélveme mi cuerpo.
-¿Por qué? ¿No te gusta ser más puta que las gallinas? ¿Llevas sólo un día siendo mujer y ya quieres dejar de serlo?
Raquel se derrumbó y se quedó sollozando, en el suelo.
-No es como yo pensaba. Me he sentido como un objeto. Me he sentido acosada. He pasado miedo, auténtico miedo de caminar sola por las calles. Las miradas que al principio me gustaban ahora las encuentro repelentes. Los hombres son todos unos...
-¿Los hombres, Antonio? Tú eres un hombre. Te di cuerpo de mujer, pero sigues siendo un hombre. ¿Te quejas por sentirte mujer por un día? Nosotras nos sentimos así todos los días.
-Yo...yo...no sabía.
-Pues ya lo sabes. Si te comportas como una puta te tratarán como a un puta, con la diferencia que a las putas de verdad al menos se les paga.
-Por favor, haz que vuelva.
-¿Es tu deseo?
-Sí, es mi deseo.
Ella le miró con una enigmática sonrisa, se besó un dedo y lo llevó a los labios de Antonio.
-Como tú digas, Antonio. Ahora, ve a la cama. Duerme.
Se dio la vuelta para marcharse. Se paró y miró a Antonio.
-No todos los hombres son como...eras tú. Los hay que respetan a la mujer. Los hay que buscan a una compañera, no a una puta. Espero que esta lección te haga recapacitar.
Raquel se quedó mirando como Selena desaparecía en la oscuridad. Cerró , se quitó la ropa de mujer que llevaba y se fue directamente a su cama.
+++++
Se despertó por el sol que la daba en la cara. Lo primero que hizo fue llevarse las manos a la cara. Notó la aspereza de un barba. El corazón se le aceleró. Lo segundo que hizo fue llevarse las manos a la polla.
-Ey, has vuelto, pequeña.
"Todo ha sido un sueño. Una horrible pesadilla. No pudo pasar...".
Fue al baño y se miró al espejo. Y se estremeció. Sus labios estaban pintados, con la pintura corrida. Sus ojos maquillados. Miró y vio en el suelo el traje y los zapatos de tacón.
-Dios...todo fue real.
Se limpió la cara. Se vistió con su ropa de siempre. Y sonó el timbre. Era Manuel.
-Antonio. Has vuelto!
-Sí. He vuelto - dijo, estremecido
-¿Está Raquel? Joder, vaya putón. Seguro que te la acabas de follar. La muy cabrona anoche me dejó con la polla dura. Oye, y si nos montamos un trío con ella?
-No, no está. Se ha ido.
-Joder. Era de las tuyas.
-¿Cómo de las mías?
-Jajaja. Más puta que las gallinas.
-No te pases, tío. Que no es un objeto. Es una persona.
Manuel miró asombrado a Antonio.
-Coño, Antoñito. ¿Tas' dao un golpe?
-No, no me he dado ningún golpe. Es solo que....
-¿Qué?
-Bueno, no te lo ibas a creer.
-Cuéntamelo.
-Otro día. Ahora me muero de hambre. Vamos a la cafería de abajo.
++++++
Antonio no volvió a decir su frasecita. Empezó a mirar a las mujeres con otros ojos, a tratarlas con más respeto. Ya no buscaba el ligue fácil de una noche.
Se dio cuenta de una cosa. Ahora ligaba más. Tuvo más relaciones que antes, y más largas. Hasta que encontró a un mujer especial, muy especial.
Era guapa, divertida, sexy.. y muy caliente en la cama. Pero para él, sólo de puertas a dentro.
Antonio escogió entonces otra famosa frase:  "En la calle una señora y en la cama un puta"
¿No es ese el sueño de todo hombre?
FIN